Texto de Jaime Rojas Bermúdez

Objeto Intermediario e Intraintermediario en sicodrama
Jaime Rojas- Bermúdez
Sumario
El autor explica los orígenes, evolución y conceptualización del término "Objeto Intermediario", que fue creado por él hace 25 años, basado en su práctica clínica con pacientes sicóticos crónicos deteriorados. Lo define, presenta sus características y su relación con la comunicación natural. Asimismo se refiere a su incidencia en la elaboración del Esquema de Roles como representación de la estructura de la personalidad.
El autor se refiere a sus derivaciones y nuevas aplicaciones sicodramáticas, que configuraron el concepto de "Objeto Intraintermediario" y la comprensión de los fenómenos a los que da lugar el uso de los objetos por el protagonista ocultando parte de su cuerpo (máscara) o siendo manipulados por él mismo (títere).
Se enfatiza en el manejo terapéutico sicodramático de los objetos y en la necesidad de ser estrictos en el empleo de estos términos para evitar confusiones, sugiriendo la importancia de su clara definición y referencia al encuadre.
Palabras clave
Objeto Intermediario. Objeto Intraintermediario. Ensimismado. Títeres. Máscaras. Sicodrama. Sicóticos crónicos deteriorados. Comunicación interrumpida. Instrumentación.
Summary
The author explains the origin, development and conceptualization of the term "Intermediary object". It was created by him 25 years ago through his clinical practice with chronic deterirated psychotic patients. He defines it and its characteristics and its relation with natural communication. Likewise, he refers to its incidence in the elaboration of the Role Scheme (conceptualization and representation about the personality structure).
The author refers to its derivations and new psychodramatic applications which configurated the concept of "Intraintermediary object", and the phenomena that occur when the protagonist uses the IIO, by hidding part of his body (mask) or by being manipulated by him (puppet).
The emphasis is laid on the therapeutic psychodramatic handle of objects and the need of being more strict in using these technic terms to avoid confussion, sugesting the importance of its clear definition and framework references when they are used.
Keywords
Intermediary Object. Intraintermediary Object. Self-enclosed. Puppets. Masks. Psychodrama. Chronic deteriorated psychotic patients. Interrumpted Ccommunication. Instrumentation.
Objeto Intermediario e Intraintermediario en sicodrama. El Objeto Intermediario 29 años después.
"El animal no tiene objetos."
Max Scheler

El término Objeto Intermediario (OI) no surgió de repente ni fue introducido apriorísticamente. Fue el resultado de muchas horas de trabajo en las que intentaba el tratamiento con Sicodrama de un grupo numeroso de pacientes sicóticos crónicos deteriorados en el Hospital Nacional "José T. Borda" de Buenos Aires. Su persistente aislamiento, su desatención continua y su falta de comunicación configuraban un permanente desafío al método de trabajo y a las técnicas utilizadas. Eran grupos que recibían escasa o nula atención psiquiátrica, y que prácticamente no tenían ningún contacto de tipo familiar o social ajeno al del hospital mismo; llevaban largos años de internación y constituían parte de la población estable del hospital. En principio mis expectativas eran poco ambiciosas, no tenía ninguna fantasía de curación ni pretendía desentrañar su sintomatología. Simplemente quería encontrar la forma o el medio de restablecer la comunicación interrumpida por su patología específica y la derivada del hospitalismo. Intenté establecer una relación con ellos mediante la metodología sicodramática. El encuadre formal fue el clásico: los cinco instrumentos fundamentales, las tres etapas y los tres contextos.
Dado su alto grado de ensimismamiento, el Caldeamiento Inespecífico verbal fue reduciéndose progresivamente, siendo sustituido por diferentes técnicas activas que demandaban un gran esfuerzo y escasos resultados. Mi principal preocupación en ese entonces era la falta de atención y el profundo ensimismamiento que presentaban. Por momentos salían de su letargo para pedir un cigarrillo volviendo a su estado anterior tanto si se les daba como si se les negaba: les era indiferente. Mis esfuerzos se dirigieron a implementar diferentes tipos de estímulos con el fin de focalizar la atención de los pacientes e intentar sacarlos de su ensimismamiento. Recurrí así al teatro de títeres manejado por profesionales. La respuesta conseguida superó mis expectativas, el ensimismamiento que gráficamente representaba como un yo aislado por una cápsula que lo rodeaba y contra la que rebotaban mis palabras fue superado con la intervención de los títeres. Por este procedimiento se obtenían respuestas. Obviamente, al trabajar en grupo, estas respuestas no eran generalizadas sino focalizadas en diferentes pacientes. Además se producían casi inesperadamente, en el sentido de que no se podría prever qué paciente/s iban a responder. Pero había respuesta y eso era lo que interesaba. En principio supuse que la respuesta estaba condicionada al tipo de títere utilizado o a la escena jugada y esto determinó cambios de personajes y situaciones. Paulatinamente me fui convenciendo de que la respuesta era el objeto en sí y no el personaje que pudiera estar representado y que el personaje sólo adquiría el valor de tal y desencadenaba una relación en ese sentido cuando se había regularizado la comunicación. Frente a estos hechos, pasé a considerar al títere, por una parte, como objeto y por otra, como títere en función del personaje que representaba. Se descubría así una nueva función para el objeto/títere, la de permitir por su intermedio restablecer la comunicación interrumpida. Esta característica determinó la denominación de OI a todo objeto (en un principio el títere), por cuyo intermedio se podía entrar en comunicación con el paciente ensimismado; es decir, Yo-OI-Yo. La cápsula con la que grafiqué el ensimismamiento del paciente pasé a denominarla Sí Mismo Sicológico. De esta figura se derivó ulteriormente el Esquema de Roles, representación gráfica de la estructura de la personalidad.
A partir de entonces se sucedieron toda una serie de estudios y observaciones con el fin de delimitar los alcances y características del OI. Corría el año 1965. De ahí en adelante se fueron escalonando diferentes tipos de investigaciones alrededor del mismo fenómeno comunicacional. Surgió así la introducción de máscaras, túnicas, capuchas, telas, etcétera.
En 1966 estas experiencias fueron presentadas en el II Congreso Internacional de Sicodrama celebrado en Barcelona, apoyadas por una película de 8 mm y abundante material fotográfico. La resonancia que tuvo la representación de este trabajo de investigación así como la realización del que fue, creo, el primer sicodrama público en España marcaron un hito en mi historia profesional. La presencia de los colegas sicodramatistas de diversas partes del mundo y las ulteriores publicaciones difundieron rápidamente el término, pero desgraciadamente no siempre sus contenidos. J.L. Moreno, entusiasmado por el éxito y la publicación del primer libro sobre sicodrama escrito por un hispanoparlante, me pide que escriba otro relatando las experiencias presentadas en el Congreso ofreciéndose a escribir una Introducción al mismo. El libro se publicó en una edición bilingüe con el título de Títeres y Sicodrama. En uno de los párrafos de la Introducción Moreno escribe:
"Representa una valiosa contribución al campo crucial del proceso de Caldeamiento, especialmente en su aplicación al tratamiento de los sicóticos crónicos. Rojas Bermúdez utiliza el títere y lo denomina «OI» porque es un objeto y por su función de mediación. Es un término muy acertado para este procedimiento clínico y es aplicable mucho más allá del sicótico crónico."
En 1967 se publica en castellano en la revista especializada Cuadernos de Sicoterapia y en 1969 en francés en Le Bulletin de Psychologie de l'Université de Paris, en un número dedicado al Sicodrama bajo la coordinación de Anne Ancelin Schutzenberger. En 1970 en portugués como un capítulo del libro Introduçao ao Psicodrama; en 1972 en japonés dentro del "Psychodrama for World Peace", dirigido por Kohei Matsumura, y en 1983 en alemán en Puppen und Puppenspiel in der Psychotherapie, recopilación hecha por H. Petzold.
A partir de 1968 el término encuentra una amplia difusión y es incorporado a su léxico por diversos autores, especialmente franceses e hispanoparlantes. Lo atractivo del término y su aplicabilidad a todo aquello que involucrase cosas u objetos utilizados dentro del marco terapéutico, pronto lo convirtió en parte del lenguaje coloquial sicoterapéutico. Lo encontramos así referido tanto a objetos concretos como un cigarrillo, unas tijeras, un biberón, un collar, una película; como a cosas como una piedra, una rama de un árbol; como a elementos como el aire, la tierra, el fuego; como a fantasías, como personajes, sueños o colores, etcétera. En fin, una variedad tal que se presta a concluir que cualquier cosa puede ser un OI. Esta multiplicidad de usos y significaciones se asemeja a lo que ha ocurrido con el término rol, que aplicado sin mucho rigor, termina teniendo tantas significaciones que para poder entendernos es necesario una definición previa.
Como mi idea es contribuir, por una parte a la teoría de la técnica sicodramática y por la otra ofrecer una conceptualización y caracterización del OI lo más acabada posible que permita su instrumentación, aplicación y ulterior comparación de resultados así como las elaboraciones teóricas al respecto, voy a referirme in extenso a lo que considero es el OI.
Para empezar, recordemos que etimológicamente Objeto (lat. objectus) significa "arrojado contra", cosa que existe fuera de nosotros mismos, cosa colocada delante con un carácter material: todo lo que se ofrece a la vista y afecta los sentidos (Larousse); todo lo que es visible o tangible y tiene formas estable (Webster). Es decir, siguiendo a Moles que el "término objeto se funda... en el aspecto de resistencia al individuo y el carácter material del objeto".
La utilización de la palabra objeto en el OI está empleada en estos sentidos y no en el filosófico. A su vez "Intermediario" significa que "media entre dos o más personas" (DRAE). De acuerdo con estas significaciones y con la función que cumple, entiendo por OI a aquel que por sus características particulares al ser instrumentados en un contexto adecuado permite restablecer la comunicación interrumpida.
Tenemos pues que al hablar de OI nos estamos refiriendo a un objeto real y concreto (el títere) al que se le ha encontrado una nueva función, la de ser utilizado para restablecer la comunicación interrumpida. No para enriquecer, estimular, ni modificar la comunicación. Si la comunicación puede establecerse directamente, no precisa del OI. Más adelante veremos otras aplicaciones de los objetos derivados del OI.
De acuerdo con las experiencias realizadas con varios grupos de pacientes sicóticos crónicos deteriorados con los que se emplearon diferentes tipos de objetos para la comunicación, las características que se fueron perfilando y finalmente quedaron establecidas como tales (publicadas en Cuadernos de Sicoterapia, 1967), son las siguientes:
1) Que tenga existencia real y concreta: estabilidad e inmanencia que permite crear con él relaciones libres de compromisos personales. Los objetos que suelen llevar algunos pacientes, al estar cargados con una relación desarrollada previamente, pierden las posibilidades de ser usados como intermediarios.
2) Que sea francamente inocuo: que no desencadene per se reacciones de alarma.
3) Que pueda ser identificado a simple vista y sin ningún esfuerzo.
4) Que sea maleable, de tal manera que puedan ser utilizados fácilmente en cualquier juego de roles.
5) Que pueda ser implementado como transmisor de mensajes una vez focalizada la atención del paciente, para iniciar así la comunicación.
6) Que una vez iniciada la comunicación, si el paciente lo requiere, pueda ser asimilado con comodidad a las posibilidades físicas del mismo.
7) Que una vez incorporado a las interacciones, tanto verbales como físicas, se pueda adaptar con facilidad a las diversas circunstancias dramáticas que se presentan.
8) Que le ofrezca al individuo la posibilidad de ser utilizado como una prolongación suya, como un instrumento. De esta manera, muchas situaciones difíciles de resolver debido al compromiso personal que puedan involucrar, pueden ser resueltas con el OI (generalmente situaciones de sexo y/o violencia).
Las tres primeras características con indispensables para que un objeto llegue a funcionar como intermediario. Las siguientes se refieren más a las posibilidades que el objeto debe brindarle al paciente, una vez iniciado el proceso comunicacional que generó. Ellas surgieron de la experiencia con este tipo de pacientes, al observar que luego de producirse una especie de fenómeno de encantamiento, habitual al iniciarse la comunicación, los pacientes buscaban el contacto físico con el OI (cogerle la mano o acariciarle la cabeza al títere) y en ocasiones su manipulación.
La comprensión y elaboración teórica del fenómeno comunicacional producido por el OI me llevó, después de experimentar diversos objetos con diferentes características, a la cualidad esencial del objeto que le permita superar la barrera del Sí Mismo Sicológico expandido (ensimismamiento) y llegar al Yo (ver Esquema de Roles). Esta cualidad es, precisamente, el no ser humano. Sin embargo, el mensaje verbal del títere es el del Yo-auxiliar. ¿Por qué entonces, estos pacientes sicóticos le responden al muñeco mismo y no a la persona si es ésta la que se dirige a ellos? La respuesta tiene que ver con la Comunicación Natural, aquella propia de la especie, la que emana de los cuerpos y en particular del rostro. Este tipo de comunicación al depender de los programas genéticos ocurre fuera del control yoico, y constituye un estímulo indispensable para satisfacer las necesidades gregarias de los individuos. En el sicótico, en cambio, las alteraciones fisiosicológicas convierten dichos estímulos en origen de padecimientos. La comunicación natural se perturba y la presencia del otro se convierte en una fuente productora de vivencias distorsionadas y extravagantes, fruto de la decodificación patológica. Para él, la realidad, su entorno, se ha transformado en un conjunto de fragmentos extraños, por momentos irreconocibles, como los pedazos de un rompecabezas mal armado. Por estas circunstancias, el sicótico elude progresivamente el contacto humano y se va aislando cada vez más hasta llegar al ensimismamiento. Evita así las desagradables experiencias que le desencadenan sus congéneres, pero por otra incrementa su carencia de estímulos naturales y su necesidad del otro. La resultante de esta conflictiva va a configurar en cada individuo diferentes cuadros clínicos.
Como ya se habrá comprendido, mi planteo con respecto a las sicosis en general está relacionado con las alteraciones neurofisiológicas reguladas por mecanismos genéticos (sistema límbico, núcleo del Yo), que al alterarse perturban la comunicación natural y dan lugar a reacciones neurales reparatorias (neocortex/yo) que pueden manifestarse, a nivel clínico, de muy diversas maneras, como por ejemplo en forma de delirios, alucinaciones, fobias, obsesiones, etcétera. Desde este punto de vista, la sintomatología que observamos es el producto de los intentos de curación (mecanismos reparatorios) a nivel central.
El títere y los otros objetos usados en su función intermediadora, interrumpen el flujo de estímulos de la comunicación natural y le ofrecen al sicótico un objeto estable y simple en el cual fijar su atención.
Las técnicas de OI están destinadas a sustituir la relación directa terapeuta-paciente por la relación OI-paciente, con el fin de reducir la información natural, facilitar la focalización de su atención y disminuir los estados de alarma. Todo lo cual permite la retracción del Sí Mismo Sicológico y la emergencia de roles bien desarrollados a partir de los cuales podrá vincularse, sin necesitar ya la ayuda del OI, comunicándose cara a cara.
De una manera sintética, los pasos en el empleo del OI serían entonces:
1) Paciente ensimismado o incomunicado que no responde a la comunicación verbal. Corresponde a los estados de alarma aguda (crisis de pánico, inhibiciones intensas, brote sicótico) o crónica (algunos estados sicóticos, neurosis graves).
2) Uso del objeto por el terapeuta-yo-auxiliar. Por medio del objeto —con él puesto (títere, máscara, capucha, túnica)— se dirige al paciente.
3) Reacción al paciente que llevará a continuar empleando el OI, a cambiar el tipo de OI o a darle al paciente otro objeto similar (otro títere, otra máscara, etcétera.) para que interactúe.
4) Hasta lograr la comunicación cara a cara. Eliminación del OI que ya ha cumplido su cometido.
La experimentación con diferentes tipos de OI evidenció la relación entre éstos y la cantidad de mensajes naturales presentes durante el acto comunicacional. Se pudo así catalogar los objetos utilizados de acuerdo con la cantidad de mensajes naturales que podían bloquear, es decir, qué partes y en qué cantidad podían ocultar el cuerpo del emisor. Esta clasificación permitió durante la tarea dosificar los mensajes y evaluar el grado de incomunicación y ensimismamiento del paciente. Este conocimiento permitió su instrumentación terapéutica, al ofrecerle al director la posibilidad de que en pleno proceso terapéutico con el simple cambio de OI podía modificar la cantidad de mensajes a partir de los mínimos del títere hasta la comunicación cara a cara. En este sentido piénsese en un títere que actúa en su teatrillo ocultando totalmente al titiritero y un yo-auxiliar que se ha colocado una máscara neutra y actúa sin ocultar su cuerpo. En el primer caso, prácticamente no hay estímulos naturales, en el segundo en cambio, están los procedentes del cuerpo y la eliminación de los rostrales. Si tomamos para ejemplificar estas dos circunstancias podría darse lo siguiente: utilizar la máscara como OI con un paciente que consideramos que no está tan ensimismado pero que no responde a ella; si frente al fracaso cambiamos de OI y pasamos a utilizar el títere la respuesta no se hará esperar. En este caso el paciente era incapaz de elaborar la cantidad de mensajes naturales que le estábamos enviando corporalmente y al suprimirlos pudo responder.
Es decir, con otros objetos funcionando como intermediarios (títeres, máscaras, maquillaje blanco, túnicas, capuchas, etcétera.) se puede realizar una graduación en el aumento o disminución de los mensajes naturales en la comunicación con el paciente (dosificación de los mensajes comunicacionales). Cuál utilizar y en qué momento hacerlo va a depender del grado de ensimismamiento del paciente y de las respuestas que se vayan obteniendo con uno u otro OI.
Un objeto importante que conviene resaltar es el pasaje de la respuesta visual, tipo encantamiento, que se produce cuando se logra contactar con estos pacientes ensimismados, a la táctil. Prácticamente todos ellos, al cabo de cierto tiempo de interacción, buscan el contacto manual. Esta circunstancia repetida dio lugar a una variante que se ha mostrado muy fecunda no sólo desde el punto de vista práctico, sino también desde el teórico. Consiste en darle al paciente un títere u otro objeto para que lo utilice como le parezca y si es posible para que interactúe. En esta nueva línea de trabajo se pudieron observar reacciones muy diversas, algunas de ellas llamativas, como por ejemplo la de un paciente con una inquietud motora constante que lo impulsaba a moverse continuamente, y que dejó de hacerlo al colocarse una túnica que le cubría todo el cuerpo, mejorando sustancialmente además su comunicación verbal. Otro, al jugar con un títere su propio personaje, pudo expresar por primera vez cómo se sentía frente a las ideas delirantes que lo invadían. Nos encontrábamos, pues, ante respuestas que surgían del paciente mismo en relación al objeto sin la intervención directa del equipo terapéutico, como era el caso del OI. Por su similitud, continuidad experiencial con el OI y el tipo y calidad del material que aportaba, fue denominado Objeto intraintermediario (OII).
El OII ejerce sus efectos sobre el protagonista de diversa manera y de acuerdo con el objeto que esté utilizando. En el caso mencionado de la túnica, cubriendo y ocultando su cuerpo, en el del títere focalizando la atención en su mano y en su manipulación, pero tanto en uno como en otro lo llamativo es el tipo de material a que da lugar; en genera novedoso e inesperado. Con las máscaras neutras y las capuchas ocurrió otro tanto. Este nuevo campo de investigación pasó a ser utilizado con pacientes sicóticos con los que se podía establecer una comunicación verbal directa y posteriormente con neuróticos. Un caso ocurrido en un grupo de neuróticos vino a ampliar los cuestionamientos sobre los mecanismos de acción del OII. Se trataba de un paciente neurótico que presentaba serios problemas con su cuerpo y nunca había podido bailar. En una sesión se le coloca una máscara y se pone música, se le deja solo en el escenario y se le consigna que exprese con su cuerpo los sentimientos que le despierta la música; poco a poco empieza a moverse hasta desembocar en una prolongada y desenfrenada danza. Al finalizar frente a su propio asombro y al del auditorio comenta el enorme placer que había disfrutado y que lo había podido realizar gracias a que "los demás no lo veían". Este curioso comentario, perfectamente lógico en un contexto de carnavales, donde la máscara protege el anonimato, era totalmente absurdo en la situación actual. Sin embargo, la vivencia experimentada por el protagonista había sido ésa. Se trataba, pues, de un fenómeno atribuible a los efectos del enmascaramiento, a la incidencia directa de la máscara sobre el yo al ocultar el rostro. Llegamos así a un punto común para comprender algunos aspectos de los mecanismos de acción del OI y del OII: el rostro y su riqueza expresiva. En el primer caso, al utilizar el títere (prototipo del OI) se eliminan todos los mensajes naturales del terapeuta hacia el paciente, y se los sustituye por los del objeto; en el segundo, al cubrirse el rostro con una máscara (prototipo del OII), el sujeto elimina todos los mensajes naturales de su rostro que pueden ser percibidos por los demás. En uno y otro caso la incidencia del objeto es sobre el flujo de la comunicación natural, la propia de la especie; sus resultados, en el sicótico ensimismado es el restablecimiento de la comunicación, en los no sicóticos ensimismados el incremento de la capacidad creativa y de la reconexión con su intimidad. La importancia del rostro reside en su alto grado de participación en la comunicación natural humana, lo que significa una profusa actividad en los circuitos nerviosos correspondientes (homúnculo de Penfield).
Las alteraciones sicótica impiden la decodificación adecuada de tanta información, de ahí la operatividad del OI; en cambio la máscara al liberar el yo del control de su propio rostro actúa como un catalizador que por su sola presencia desencadena toda una serie de cambios interiores basados principalmente en esa movilización yoica.
Desde un punto de vista terapéutico, la instrumentación de los fenómenos a que da lugar la utilización del OII es muy amplia y variada y acorde con el tipo de OII que se aplique. Ya que no es lo mismo dramatizar con una máscara que con un títere o una tela. La máscara, al no precisar ser manipulada por el protagonista, facilita la producción yoica directa; en cambio con el títere (tras el teatrillo) si bien se produce el mismo fenómeno de ocultamiento y bloqueo de la comunicación natural, el hecho de tener que manipularlo introduce una nueva variante, el yo ha de dividirse prestando atención por una parte al títere y por otra a sí mismo. En estas circunstancias, al disminuir la vigilancia yoica sobre sus propios contenidos, la producción del títere es más comprometida, lo que se dice y cómo se dice es más espontáneo y personal. Un paso más en esta línea productora de material con los títeres es la dramatización de una escena en la que el protagonista ha de colocarse un títere en cada mano y desarrollar la misma él solo. En esta circunstancias la vigilancia yoica sobre la producción verbal decae aun más ante la trifurcación operativa de su atención. Así, por ejemplo, Alberto, un paciente se quejaba de su pérdida de creatividad y productividad a raíz de una discusión con su jefe y de la relegación que sufrió por parte de él en favor de un nuevo empleado. Sentía que su jefe le había quitado su creatividad, que era como si "me hubiese quitado el cofre en el cual tenía guardadas mis cosas valiosas". Se plantea entonces una dramatización con el yo-auxiliar en el rol de jefe, en la que Alberto le debe plantear lo verbalizado en el contexto grupal. Al jugarse la escena, Alberto, aunque enfadado, se ciñe más a situaciones vinculadas con compañeros de la oficina en las que está involucrado el jefe, dando la impresión de que elude el tema de la dramatización. Al no conseguir que asuma lo planteado, se pasa a dramatizar nuevamente la escena, esta vez con títeres. Ahora lo consigue, pero el diálogo y la manera de plantearlo deja entrever otros sentimientos. Se pasa entonces a dramatizar con un títere en cada mano. Poco a poco la temática deriva hacia lo afectivo, y los celos vienen a desplazar el problema laboral desembocando en sus temores a que el jefe pudiera descubrirle sus tendencias homosexuales que él ocultaba cuidadosamente. Este material no había si explicitado hasta el momento. Su emergencia fue favorecida por la función intraintermediaria de los títeres.
Como comentario al marco pero demostrativo de la escisión yoica a que da lugar la utilización de títeres en el protagonista tenemos el ejemplo de dos niños pequeños que juegan con los títeres una escena de Caperucita Roja y el Lobo: la dramatización transcurre sin inconvenientes hasta que el Lobo empieza a amenazar a Caperucita, primero con palabras y luego con rugidos cada vez más intensos. De pronto la escena se interrumpe bruscamente y los niños salen despavoridos corriendo de detrás del guiñol, asustados por los rugidos que ellos mismos producían. Los mensajes naturales habían superado el manejo yoico de la situación.
Próximas a las técnicas de OII se encuentran las que llamamos "objetivantes terapéuticos", que corresponden a la gama de los registros audiovisuales que son de gran utilidad para todas aquellas situaciones que involucran el cuerpo como vehículo expresivo: tono de voz, ritmo, gestos, expresión corporal, integración corporal, sicodanza o concientización del ambiente. Este tipo de registros no los consideramos como OII por tratarse de registros ajenos al protagonista en cuanto a su producción.
El mismo objeto puede emplearse con diferentes finalidades en la sesión de sicodrama, y son estas finalidades las que marcan las funciones del objeto, la técnica para su empleo y las ocasiones en las cuales será introducido. Resumiendo estas funciones de los objetos en sicodrama, tendremos particularmente tres:
1. Función auxiliar: el objeto enfatiza o subraya algo que está ocurriendo ya en la sesión.
1.1. En la etapa de caldeamiento: son frecuentemente empleados en el caldeamiento corporal para la comunicación y la expresión. El objeto es utilizado aquí como "radar" al principio, para ayudar a definir los roles y situaciones que están en juego (emergentes). Durante esta etapa no se atribuye explícitamente una significación más allá del objeto mismo, simplemente se juega. Interviene favoreciendo y protegiendo las interacciones (cuerdas, redes, cintas, cojines, etcétera), la creación de personajes, etcétera.
1.2. En la etapa de dramatización: facilitan especialmente la puesta en escena. Generalmente la iniciativa sobre sus usos corresponde al director, aunque yo-auxiliares y protagonistas pueden también utilizarlos espontáneamente. Los más habituales son sillas o cajones para enfatizar diferentes niveles, telas u otros elementos como complementación o enfatización de rasgos de un personaje, luces, música, etcétera.
El sentido de estos objetos es ayudar a crear o subrayar algo que ocurre en la escena: un personaje, un clima emocional determinado y a veces favorecer el insight sobre la actividad que se está realizando en ese momento a través de su enfatización.
Ejemplos: una tela que, a modo de manto, subraya lo poderoso de un personaje; una sábana blanca que cubre a un personaje yacente enfatiza la muerte; jugar un personaje subido a un cubo le adjudica una jerarquía y lo desnivela de su interlocutor, etcétera.
2. Función mediadora: la presencia del objeto es determinante para la aparición de conductas comunicacionales y expresivas por parte del protagonista. Sin el objeto, el hecho no ocurriría, es decir, su introducción produce —o facilita— un cambio en la producción del protagonista.
Hay dos tipos de función mediadora de los objetos:
2.1. Como OI cuando por su intermedio restablece la comunicación interrumpida. Elegido por el director y manejado por el yo-auxiliar, funciona como puente comunicacional con el paciente ensimismado y permite que éste se comunique.
El paciente, como se ha señalado anteriormente, se comunica en este caso con el objeto, es decir, responde al objeto y no a la persona que lo maneja.
2.2. Como OII, al ser utilizado por el protagonista mismo, es un catalizador en la comunicación consigo mismo y secundariamente con los otros. El protagonista usa el objeto (proporcionado por el director) como protector yoico que le permite expresarse y eventualmente comunicarse con los demás. Uso del objeto que generalmente oculta y protege el rostro y/u otras zonas corporales: empleo del títere, de la túnica, de la máscara —que puede ser neutra—. Expresión o comunicación lograda a través del objeto.
3. Función creativa (o creadora): el objeto en este caso es creado por el paciente, funciona como facilitador yoico de la expresión de contenidos que se plasman en formas. En los apartados 1 y 2, los objetos tienen sentido en función de lo que son; estos otros, en función de lo que representan: el individuo se expresa no a través del objeto (OII) o con él (OI), sino en el objeto: es el objeto mismo el que toma forma, es modelado y modificado en función del/los contenidos que surgen en el protagonista.
Por parte del protagonista la intención representadora, que se da siempre en este caso, puede estar más o menos marcada o explicitada, en relación a la consigna, que puede ser simplemente "confeccionar un títere, una/s máscara/s" o "confeccionar una máscara que represente una situación determinada, por ejemplo una máscara con 10 kg menos y otra con 10 kg más". La forma centra la atención del sujeto, los contenidos se deslizan durante su ejecución y son encontrados posterior o concomitantemente por el autor. Por supuesto, siempre —y es lo valioso— surgen formas correspondientes a contenidos desconocidos o rechazados, que no había intención de expresar y que son investigados y trabajados sicodramáticamente. Parte del trabajo sicodramático se refiere a la búsqueda y toma de conciencia sobre estos contenidos. Cuanto mas limitada es la consigna (representar en la construcción del objeto una determinada situación o conflicto, emoción, personajes, etcétera), mayor es la asignación de sentido al objeto creado en función de la misma, que define un punto de referencia al cual remitir y relacionar los significados que van surgiendo de la forma creada. La consigna marca en este sentido una referencia para los significados atribuidos al objeto. En el ejemplo de la construcción de máscaras representando aumento y disminución de peso por parte de un paciente obeso, la aparición de rasgos cadavéricos va a ser referida a la consigna relacionada con la disminución de peso y acercamiento a su normotipo.
Se incluyen también aquí los objetos producto de las técnicas sicodramáticas de comunicación estética (dibujos, pinturas, collages, etcétera, realizadas individualmente o en grupo).
Una vez acabado el objeto, es posible usarlo como OII para la elicitación de contenidos relacionados con el mismo, de modo que se va definiendo en la acción dramática jugada por el protagonista con el objeto puesto (títere, máscara u otro) el personaje y la situación a la cual corresponde. Es decir, se van esclareciendo los contenidos que las formas (del títere, de la máscara, etcétera) condensaban. La creación de un objeto por el protagonista es indicada para el surgimiento de nuevo material y de nuevos puntos de vista desde los cuales revisar el material previo. Los contenidos plasmados en estos objetos se refieren generalmente a material muy íntimo del sujeto, por la proximidad de las formas plásticas (hemisferio derecho) a contenidos menos elaborados. Las técnicas de creación de objetos propician una intimidad mayor que en la realización de una imagen (que también corresponde a la preeminencia del hemisferio derecho). Esta intimidad viene favorecida, entre otras cosas, por el hecho de que en el caso de la imagen, al realizarla directamente en el escenario tiene el sentido (implícito) de que se trata de algo compartido, puesto en un lugar que tiene la característica de presentar algo entre y ante otros (unidad funcional, grupo), mientras que la creación de un objeto se da en un lugar más propio del sujeto (la cartulina, la base-cabeza del títere) que facilita la relación consigo mismo, aunque a posteriori sea también compartido. La actitud de la unidad funcional, observando el proceso de creación de una manera discreta, favorece esta situación.
Por otra parte, los objetos creados por el paciente están cercanos a las imágenes, ya que son construidos por el individuo fuera de sí mismo: se piden formas para encontrar contenidos. En la imagen, además se da siempre cierta limitación y asignación de sentido a las formas en función de las consignas, que definen un punto de referencia al cual remitir y relacionar los significados que van surgiendo. En la creación de objetos, esto ocurre sólo en algunos casos, por ejemplo el citado anteriormente relacionado con la obesidad. Por supuesto, siempre, tanto en la imagen construida como en el objeto creado, surgen formas correspondientes a contenidos desconocidos o rechazados por el protagonista, que no tenía intención de expresar y que son investigados y trabajados sicodramáticamente.
El empleo de las técnicas de objeto por parte del sicodramatista precisa, como todas, de su conocimiento y adecuado manejo. No se trata ya, en este momento de la investigación y elaboración teórica sicodramática, simplemente de introducir un objeto para "ver qué ocurre", el sicodrama y sus técnicas perderían así riqueza y posibilidades terapéuticas. Es relativamente frecuente que sicodramatistas con escasa formación en este campo las utilicen inadecuadamente: he podido leer algún trabajo en el cual se intentó emplear OI con pacientes sicóticos que conservaban una aceptable comunicación verbal: lógicamente, no resultó, y la autora no supo usar los objetos como OII. El desconocimiento, por parte del sicodramatista, de la sicopatología del paciente y/o del instrumento técnico que posee, lleva a que se den situaciones de total inadecuación y a que se desvaloricen las posibilidades terapéuticas de, en este caso, las técnicas sicodramáticas de objetos. Todo instrumento es útil sólo en la medida en que se conoce su empleo, indicaciones y técnica. La falta de asimilación de las técnicas sicodramáticas por parte del terapeuta hace que sean para él "cosas" y no "instrumentos". Con estos dos términos nos estamos refiriendo al proceso de aprendizaje que partiendo del conocimiento de un rasgo, continúa con el de cosa y objeto para finalizar con el de instrumento. El primero (rasgo) se refiere al reconocimiento de una característica puntual del objeto; el segundo (cosa) a un conjunto de rasgos; el tercero (objeto) al conocimiento acabado de las posibilidades del objeto; y la cuarta (instrumento) al reconocimiento no sólo de lo que se puede y no se puede hacer con el objeto, sino además a la necesidad de adecuase a las características que el objeto le impone al sujeto para lograr al máximo su aprovechamiento. De esta manera, que un sujeto diga que para ver una piedra no precisa de un microscopio, no invalida las posibilidades del instrumento, sino sus limitaciones personales.
El proceso que se inicia en el descubrimiento de ciertos rasgos hasta llegar a la instrumentación se lo puede seguir tanto en el comportamiento animal como en las estructuras cerebrales. Portugal Álvarez, al tratarlo se refiere al monomodalismo de los animales y al polimodalismo humano. Éste es un tema apasionante que escapa al presente artículo y por lo tanto no entraremos a tratarlo.
Para terminar y en relación al OI en particular, para los pacientes sicóticos incomunicados el OI puede ser simplemente una cosa con la que puede interactuar y llegar a comunicarse a un nivel muy elemental vislumbrando un más allá de su alienación. Para el terapeuta, el OI, como todas las técnicas, ha de ser un instrumento a utilizar en situaciones precisas (indicaciones), adaptando a ellas su tarea. De otro modo, las máscaras, los títeres serán sólo "cosas" que le pueden ampliar su campo de acción, pero cuyo resultado quedará limitado a la aplicación en sí, cercenando e impidiendo conocer su utilidad (como la utilización inadecuada del OI en trabajos sicoterapéuticos con sicóticos más o menos bien comunicados, a los que antes hacía referencia). Conocer el objeto implica la adecuación a sus indicaciones: desde su introducción (cuándo, cómo) hasta sus aplicaciones. Por ello, en nuestro campo es necesario que las técnicas sean "instrumentos" para el sicodramatista, instrumentos que imponen una modalidad de relación que el terapeuta debe aceptar para su ejercicio, modificando sus intervenciones en el campo sicodramático. De esta adecuación del sujeto (sicodramatista) al objeto-instrumento (técnica) surge la instrumentación necesaria para el pasaje de las sicoterapias y del sicodrama del arte a la ciencia.
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